miércoles, 10 de diciembre de 2014


LA REVISTA GAL-ART 
DESEA A SUS LECTORES Y AMIGOS 
¡¡¡ UNAS MUY FELICES FIESTAS !!! 

¡ Y UN PRÓSPERO 
Y TAMBIÉN FELIZ 2015 !

La revista Gal-Art dedicó en uno de sus recientes números, un magnífico reportaje dedicado a uno de los grabadores más innovadores que ha tenido el mundo del arre GIAMBATTISTA PIRANESI.

Reproducimos a continuación el mismo, para deleite del lector y del amante del arte.


GIAMBATTISTA PIRANESI
EL GENIO EN SU MÁXIMO ESPLENDOR

Giambattista Piranesi (Venecia, 1720 - Roma, 1778), anticipó con sus grabados el papel de los arquitectos y diseñadores de la actualidad convirtiéndose en uno de los principales dibujantes de todos los tiempos y sin duda el grabador de cobre más famoso del siglo XVIII. Llegó a Roma a la edad de veinte años en el séquito del embajador de Venecia en los Estados Pontificios. Los vestigios de su historia milenaria le fascinaron desde el primer momento. Con el buril de grabador se propuso inmortalizarlas y de alguna manera proponerlos a sus contemporáneos como modelo a seguir, como canon perenne. 



Piranesi tuvo su primera formación como grabador en el taller de Giuseppe Vasi y fue en 1743 cuando realizó su Prima parte di architetture e prospettive. Fijó para siempre su proyecto artístico vital de exaltar la magnificencia de Roma a través de las docenas de estampas que más tarde se difundirían por toda Europa. Un año después estableció su residencia en Roma.







Una de las primeras y más renombradas colecciones de aguafuertes de Piranesi fueron sus Prisiones (Carceri d'Invenzione, 1745-1760), donde transformó las ruinas romanas en fantásticos y desmesurados calabozos dominados por enormes y oscuros pasadizos, empinadas escaleras a increíbles alturas y extrañas galerías que no conducen a ninguna parte. Estos grabados ejercieron una enorme influencia en el romanticismo del siglo XIX, jugando también un destacado papel en el desarrollo, ya en el siglo XX, del surrealismo e incluso en los decorados para el cine de terror.






Con respecto a sus Vedute (Vistas), especialmente las de Roma, sus interpretaciones de antiguos monumentos romanos supusieron una importante contribución para la formación y el desarrollo del neoclasicismo. En estos grabados se incluían imágenes fidedignas y exactas de las ruinas existentes, al igual que reproducciones imaginarias de antiguos edificios en las que la alteración de la escala y la yuxtaposición de elementos contribuyen a realzar el carácter de grandiosidad de los mismos. 


Santiago Amón, en 1978 comentó sobre su obra: «Haya o no un arte de siempre, es lo cierto que los grabados de Piranesi adquieren, contemplados desde el hoy, una dimensión que en sus días tal vez no tuvieron. A la luz de ciertas tendencias (o tendenzas) al uso (y ello muy al margen del consabido debate en torno al concepto de belleza eterna); la figura de Piranesi se nos hace descollante en igual medida media, posiblemente, en que se agigantan sus visiones sobre la ciudad misma (¡y era nada menos que la Ciudad Eterna!) de la que tomaron referencia y estímulo. «En él -ha dejado certeramente escrito Charles Blanc- todo es solemne hasta el énfasis, exagerado hasta lo terrible. Por él, los antiguos monumentos de Roma son más imponentes en la imagen que en la realidad»...





En la última etapa de su vida (1777 y 1778), se trasladó junto con su hijo Francesco a Paestum para estudiar los templos dóricos arcaicos que tanta curiosidad suscitaban debido a su singularidad. Nos encontramos ante una especie de testamento espiritual: Piranesi se despidió (1778 fue el año de su muerte) mostrando la abundancia de efectos sublimes que podían alumbrar las representaciones de las construcciones de la magna Grecia.




Piranesi captó y fantaseó la estratificación de vestigios sobre la que se sustenta esta ciudad única, ejemplo de conservación no conservada, de una urbe histórica que se resiste a ser parque temático bajo la invasión turística, de un patrimonio arquitectónico en el que la gente vive y pena respetándolo sin adorarlo, conservándolo en lo posible, modificándolo con tino colectivo, anónimo y espontáneo. Mario Nicolás

lunes, 17 de noviembre de 2014

Continuamos este mes de noviembre con un artículo dedicado a El Lissitzky (Eliezer Markóvich Lissitzky, y del que el Museo Picasso de Málaga realizó una exposición entre los meses de junio y septiembre de este año, hecho este que fue debidamente recogido y publicado en nuestro magazine de arte.


EL LISSITZKY
Museo Picasso (Málaga)



El Lissitzky (Eliezer Markóvich Lissitzky, Rusia 1890-1941), es uno de los artistas más influyentes, experimentales y controvertidos en el periodo de entreguerras de la primera mitad del siglo XX. Lissitzky afrontaba el arte como una respuesta a las exigencias de su tiempo, un tiempo de crisis y cambios profundos, un tiempo de fe en la industria y la revolución. Y lo hizo rompiendo barreras entre las disciplinas y conectando las artes plásticas, la arquitectura y el diseño.





Nacido en el seno de una familia burguesa hebrea, este arquitecto, pintor, diseñador gráfico, diseñador de exposiciones y fotógrafo, trabajó con los sóviets tras la Revolución de Octubre de 1917, con el arte de vanguardia europeo en los años veinte y como propagandista del régimen estalinista en la década de 1930, hasta su muerte en 1941. Lissitzky contribuyó al desarrollo del suprematismo junto a Kazimir Malévich y del constructivismo posteriormente. El Lissitzky inventó su propia expresión artística que denominó Proun y su obra encontró fuertes conexiones fuera de Rusia, tanto en el trabajo del grupo De Stijl en Holanda, como en las enseñanzas de la Bauhaus en Alemania.










Oliva María Rubio, comisaria de esta exposición, mostró un Lissitzky multidisciplinar para quien trabajo y arte estaban inextricablemente unidos y al artista que creó con todo tipo de medios y «conectó países y culturas, las disciplinas de arte, arquitectura y diseño, el Este con el Oeste». M.P.

lunes, 20 de octubre de 2014

De nuevo, el blog de Gal-Art se pone en marcha, para continuar la andadura iniciada hace un par de años, con la publicación on line de algunos de los artículos de fondo publicados.

Y iniciamos el recorrido con música, y como el arte ha plasmado la misma. 
Espero que sea un artículo interesante y que os ayude a entender un poco más tanto el significado del arte como de la música de forma individual y conjunta. 




La historia del arte, especialmente de la pintura, que a lo largo de los tiempos  ha reflejado multitud de aspectos sobre el ser humano y su entorno, no se ha limitado sólo a una finalidad estética o comunicativa, sino que ha realizado el importante e imprescindible papel de crónica en imágenes de paisajes, figuras,  retratos, infinidad de objetos y también de elementos abstractos.
La música es uno de esos componentes intangibles, que ha formado parte de numerosas telas, dibujos, grabados y esculturas. El sueño de una música de colores para la vista,  o una música tonal para el oído,  ha sido una utopía estética en la historia del arte. Esta especie de música visual podría definirse como una forma de arte dinámica,  con combinación de materiales musicales y sensoriales.


Muchas teorías se han escrito sobre la influencia que ejerce la música sobre la pintura y la relación que existe entre ellas. Algunos artistas visuales han complementado su creación artística con el disfrute de algún instrumento musical: Leonardo Da Vinci tocaba la lira, Goethe fue poeta, novelista, pintor y músico, o también Henri Matisse, Paul Klee y Kandinsky tocaban el violín.

Como consecuencia de lo antes mencionado, música y pintura viven una estrecha relación, siendo la primera motivo temático para la segunda, tal como puede comprobarse en la selección de obras que presenta este artículo. En portada: el Concierto, realizada por Caravaggio en 1595. Representa un Quadrivium es decir, un grupo musical especializado en música medieval tardía, concretamente en el repertorio franco-flamenco de los siglos XIV-XV.


Es un grupo de cuatro figuras que expresan la agitación que caracteriza la preparación de los intérpretes antes de la ejecución musical.  Los personajes centrales nos miran fijamente, como si en nuestro lugar estuvieran viendo a ese instrumentista ausente, cuya ausencia delata el violín apoyado en las partituras del primer plano, lo que le permitió a Caravaggio transformar la obra en una prolongación natural de nuestro espacio.

La bellísima obra del pintor chino Guan Zeju, de carácter hiperrealista, aunque con elementos destacados del arte milenario de su país, el instrumento musical en primer plano es abandonado por la contemplación del pajarillo posado en la falda de la figura femenina. El asombroso dominio de la luz que posee el artista, se centra en la mujer y en su mirada absorta, lo que da al conjunto pictórico un carácter apacible y sosegado, no exento de cierta melancolía, expresada a través del violín.

La pintura de Aaron Jasinski ofrece una obra musical de carácter nostálgico salpicada de comentario social y criaturas caprichosas, utilizando una paleta de technicolor vibrante, mientras que Gabriele Wendland o Ernets Descalls muestran en sus obras a la música en su faceta más urbana, incluso undergraund, con  un talante un tanto expresionista y toques de Pop Art la primera, mientras que el segundo plantea un grupo musical en plena actuación. En ambas obras, apenas hay expresividad en el rostro de los músicos, aunque las dos se diferencian por perseguir propósitos distintos: disconformidad social en Wendland y persecución de la fama en Descalls.

Rupert Bunny (1864-1947), un colorista excelente y dibujante exquisito, con un fuerte interés en la composición rítmica, plantea una obra inspirada en el Simbolismo con su afinidad con la vida de la imaginación, de carácter totalmente onírico.

Ines Kouidis y Janos Kmetty. Dos trabajos absolutamente contrastados. La fascinación de las estrellas de cine, estrellas del rock y el pop, iconos de la moda, la gente y sus historias son el tema de sus collages, como estos Chicos del Blues, en el que el artista crea un nuevo espectáculo, una nueva mirada, y donde casi se pueden apreciar los sonidos de Nueva Orleans, en disonancia con la música de los dioses del Olympo de Kmetty,  en su obra titulada también Concierto de 1918, en el que se aprecian claras influencias de Cezanne y del fauvismo.

La obra de Chagall, El violinista celeste, que puede contemplarse en el Museo Municipal de Tossa de Mar, ejecutada en base a la tradición de las costumbres de Bielorusia, utiliza la música como un instrumento de comunicación de  felicidad y optimismo a aquellos que la observan,  mediante intensos y vivos colores, y un planteamiento estético atrevido e inspirador de libertad.


Y si la portada de este artículo es una obra del siglo XVI, puede resultar interesante acabar con una obra de un siglo anterior, concretamente los Ángeles músicos de Hans Membling, realizada en 1480. Como artista enmarcado en la corriente del Gótico Flamenco, adopta un estilo elegante y aristocrático, donde busca la depuración de las formas y de las emociones para llegar a representar un mundo armonioso.

Varias piezas se han quedado en el tintero. No obstante, el reto que asumieron los artistas para describir visualmente los sonidos, siempre efímeros y abstractos, es equivalente al reto que investigadores o público en general, quiere analizar e intentar "escuchar" las evocaciones sonoras que se proponen desde las pinturas. Más aún cuando los artistas, con toda intención, representaron música escrita o indujeron al espectador hacia una audición concreta.
REDACCIÓN.

miércoles, 30 de julio de 2014

Finalizamos el mes de julio y la temporada, con un artículo no exento de curiosidad por su temática: La cartografía, que en un principio, poco tiene que ver con el arte, y en el siglo XXI, puede afirmarse con rotundidad que esto es absolutamente cierto. Pero entre los siglos XV al XIX, los mapas servían de guía y de conocimiento de los territorios, y también como un elemento más de la expresión artística, gracias a los llamados "cartouches".

El Museo de Mataró ofreció durante la primavera pasada, una interesante muestra de cartografía. Un total de 40 mapas procedentes de una colección particular, que abarcaban los siglos XVI al XVIII.

¡¡¡Esperando que sea de su interés, la dirección de la revista Gal-Art, desea a sus lectores y amigos un buen estío y unas agradables vacaciones!!!


LA CARTOGRAFIA A TRAVÉS DEL ARTE



En conmemoración del tricentenario de la Guerra de Sucesión de 1714 –El Museu de Mataró – Can Serra, presentó la muestra CARTOGRAFÍA i GUERRA A LA CATALUNYA MODERNA (Cartografía y Guerra en la Catalunya Moderna), en la que se exhiben aproximadamente un total de 40 mapas de entre los siglos XVI al XVIII de la geografía catalana, pertenecientes a la colección de Jaume Mayol i Roca (1914-2008), quien durante años reunió una inmensa y valiosa recopilación de cartografía antigua. 

                                                                            
La historia de la cartografía es un reflejo de la actividad cultural de una sociedad.  Los

documentos cartográficos representan el mundo en cada época histórica.


Si hay algo que resalta en la cartografía antigua, es el poder de la imaginación. En esta época encontramos distintas escuelas: la portuguesa, la italiana, la francesa etc. destacando la escuela holandesa, que se caracteriza por su cartografía armónica, ordenada con una representación muy clara y muy buena, a la que se ha denominado también “la cartografía de los sabios”, que empezó  a realizar atlas, y donde los mapas aparecen orientados con el norte hacia arriba.

A medida que se catalogaban los mapas, se fue forjando el arte y la ciencia de la cartografía que incluyó a los más originales artistas de todos los tiempos. Dándose cuenta cómo se trazaban los límites, pero también la información que residía en cada mapa, apareció el Cartouche, es decir, las imágenes que se insertaban en los mapas, y eran centro de interés según pasaron las épocas. En el Rococó, tuvieron más importancia, ya que no se puede hacer historia sin geografía y viceversa. Pero a medida que pasó el tiempo la simplicidad y la información, le ganó la batalla a la descripción, desapareciendo por completo en el siglo XIX.
                               

Los Cartouche (las miniaturas o iluminaciones) que pueden observarse en esta muestra,  amplían propiamente la información geográfica, utilizando temas de la mitología griega y romana, así como presentaciones de carácter heráldico, lo que daba a entender la importancia del dominio territorial, en una época de lucha entre imperios. No obstante, también pueden observarse en esta exposición, algunos ejemplos de con personajes históricos, en especial el rey Felipe V.
Como ejemplos, pueden citarse la iluminación del mapa de Johann Baptise Homann, plena de movimiento y la fuerza de donde puede verse como el archiduque Carlos de Austria recibe el cetro de la monarquía hispánica de Cibeles, diosa de la fertilidad y de la tierra, contemplado tal hecho por figuras alegóricas a la Justicia y a la Victoria, desarrollándose ante ellos una escena de combate de carácter mitológico. 




Jan Baptist Vrients recibió el encargo en 1602 por parte de la entonces por la Diputació del General, del que puede considerarse el primer mapa del Principado de Catalunya. En el Cartouche puede verse a dos ninfas, simbolizando la naturaleza propia del país, situadas al lado del escudo catalán,  que sujetan las riendas del mismo gracias a la unión establecida a través de la Diputación de Barcelona.                                                                                          
  



Otro de las más bellos cartouches lo ofrece el mapa de Nicolas Visscher realizado aproximadamente en 1677, donde se entremezclan la mitología greco-romana y el cristianismo.  Neptuno rodeado de tritones, rinde homenaje al principado catalán por el que suenan alegóricas trompetas celestiales, mientras dos amorcillos sujetan el escudo del entonces condado de Barcelona.







La combinación de elementos antes expresada, también puede apreciarse en todo su esplendor en el mapa de Jean Baptiste Nolin, editado en 1703, donde de inferior a superior, pueden verse dos tritones soplando unas singulares caracolas en forma de trompeta, mientras que a escala superior puede verse dos ángeles vestidos con túnicas que simbolizan el poder territorial, culminando la miniatura en un armorial con diversas banderas. 


Como puede observarse por las distintas piezas comentadas, la exposición en referencia a los cartouches, es absolutamente exquisita, plagada de detalles, donde el color resalta la fuerza y el poder territorial. No obstante, el dibujo por sí mismo, y en blanco y negro, también destaca en todo su esplendor, especialmente el mapa de la Parte Oriental de la Espagna de Vincezo Maria Coronelli, fechado en 1691, donde en el margen inferior derecho puede observarse a una arpía de sable, en un llamado campo de oro, y con todos los escudos de los reinos y condados que por aquellas fechas constituían el área mediterránea de la península ibérica. 





A cualquier visitante de exposiciones de arte, llamaría poco la atención una muestra sobre cartografía del siglo XVIII, ya que los mapas pertenecen más a la ciencia de la geografía que propiamente al arte. Sin embargo, la selección de hermosas miniaturas que presentamos en este artículo, muestra como los mapas de antaño, suelen estar primorosamente impresos, lo que les sitúa también en la historia del arte.

Marta Teixidó

lunes, 14 de julio de 2014

Para esta segunda quincena de Julio, que mejor que centrarnos el el Renacimiento alemán, y una de sus máximas figuras: Alberto Durero. 
El Museo de la Pasión de Valladolid expuso algunos 
de sus dibujos recientemente en una exposición, que nuestra revista recogió en el número de Marzo-Abril.Espero que lo admiréis, tanto como nosotros.
ALBERTO DURERO
Museo la Pasión (Valladolid)

«La exaltación de la belleza» es el título de la obra que se expone de Durero, ofreciendo un punto de vista moderno del hecho artístico: la idea de que la obra de arte es resultado de una creación libre y superior a las tradiciones y a las normas, fruto de una riqueza innata y de una profundidad de propósito que va más allá de la simple representación de las formas.

Alberto Durero es uno de los artistas más famosos del Renacimiento alemán. En su producción abundan pinturas, dibujos, grabados y escritos teóricos sobre arte.

Nació el 21 de mayo de 1471 en Nüremberg, Alemania. Era hijo de Alberto Durero el Viejo y Barbara Holfer. La pareja tuvo dieciocho hijos, pero solo tres lograron sobrevivir. Su padre, un orfebre húngaro, fue su primer maestro, enseñándole el oficio de orfebre y joyero.



Tras trabajar con él durante un periodo de tiempo, el joven Durero se interesó más por la pintura. El padre accedió a los deseos del hijo y en 1486 ingresó en el taller de Michael Wolgemut, el principal productor de retablos, como aprendiz de pintor y diseñador de grabados.

Allí permaneció cuatro años, llegando a superar la calidad artística de su maestro. Después, realizó un viaje de estudios para ampliar su formación y conocer a otros artistas. Fue a  Colmar con la intención de entrar en el taller del pintor y grabador alemán Martin Schongauer, pero el maestro había fallecido. Se dirigió a Basilea y a Estrasburgo, donde realizó ilustraciones para varias publicaciones.



En estos años, su arte refleja una enorme calidad en el trazado del dibujo y una minuciosa observación del detalle. Finalmente, regresó a Nüremberg en 1494, ya que sus padres habían concertado su enlace con Agnes Frey. El matrimonio le aportó el dinero necesario para crear su propio estudio Nüremberg.  

Ese mismo año marchó a Italia y visitó Venecia, conoció la obra de Bellini, Mantenga y Pollaiuolo. El viaje duró dos años, pintó castillos, paisajes y panorámicas, apuntes que después empleará en sus obras.

El artista se había formado en un entorno influido por la escuela flamenca y la tradición gótica alemana. Pero su viaje a Italia le permitió asimilar los postulados artísticos del Renacimiento italiano despertando su interés por la geometría y las proporciones matemáticas.


Durero ha sido uno de los primeros en introducir el concepto de la propiedad intelectual, trasladando la atención de la práctica artesanal a la actitud, y transformando, de hecho, su taller en un auténtico laboratorio de investigación, un centro de creación de ideas, de experimentación y elaboración técnica, donde el  trabajo se enfocaba en la idea misma, no en el resultado, con la intención de priorizar el papel del artista. G.A. Redacción

lunes, 23 de junio de 2014

Venecia,  siempre enigmática, podría ser el título de nuestro artículo de hoy para el blog de la revista Gal-Art, ya que a través de Marco Ortolan, pintor argentino afincado en la capital del Veneto, el espectador el equilibrio perfecto entre las tradicionales imágenes de la Serenissima, y los bellos y a su vez extravagantes disfraces de Carnaval, que le han dado fama universal.

Esperamos que al lector de este blog le guste este artículo, publicado en pleno verano, pero que sin duda, nos retorna a la magia y hechizo de una de las tradiciones más populares del invierno.

Marco Ortolan es un artista argentino, nacido en Buenos Aires y la colección de pintura dedicada a Venecia, la presentó en el Centro Cultural de Borges con una gran aceptación por parte de crítica y público. Ortolan es la fuerza expresiva convertida en color. Es un huracán cromático, ventolera desatada, temporal constante, tromba creadora, galerna de luz, tifón de ritmo, rayo que rompe y rasga. Es impulso y garra, violencia y sentido pictórico, energía y paz. Y en el vórtice creacional, en el centro de este maremágnum de impulsos, se encuentra este artista, supremo hacedor del color y de la forma, imponiendo orden, estructurando todas las fuerzas que en él coinciden. Y el resultado es una obra única.






Es la encarnación de la luz de cualquier parte europea, heredero acrecentador de una cultura que creó una filosofía, una forma de entender la vida, de vivir, yace en él. Ha recogido la antorcha del pasado, la ha avivado con el estudio de los clásicos, ha sabido infundirle las esencias de la luminosidad más pura y el resultado en su pintura.









Sus obras tienen el argumento de las emociones íntimas y serenas. Y no le basta con la figura, no le es suficiente con todo lo que expresa a través de la plasmación del cuerpo y el alma femenina; añade como complemento lógico y demostrativo de su capacidad, el ambiente, la atmósfera que envuelve su figura, sea mar o jardín, sea viento o brisa.






Lógico es su éxito; su mensaje llega a culturas muy diferentes, desde Argentina a todas las partes del mundo, impactando siempre al espectador. Y es que cuando se pinta de verdad, cuando se sabe expresar el sentimiento con claridad pictórica, el camino se hace fácil. El éxito se lo gana a pulso día tras día y por encima de todo, Ortolan es un comunicador nato. A través de la pintura llega a públicos muy diversos y amplios, de culturas muy diferentes, y hasta dispares. Se puede ser buen pintor, magnífico pintor, pero es ya más difícil ser un gran comunicador. Al mismo nivel se encuentran en él la calidad pictórica y la capacidad comunicadora. Ello significa el éxito y a su vez se impone una servidumbre, que es la entrega. Pero tampoco esto es un problema para él, puesto que Ortolán es un trabajador infatigable, diría que inagotable.



Ha creado un estilo, una forma, y múltiples son sus seguidores, sus imitadores y plagiarios. Me divierte, me sorprende por la frescura de la que hacen gala, ver como serán muchos los que le imiten y que puedan exponer obras parecidas pero carentes de alma. Es tratar de entrar a saco en la obra ajena. Me place, haber conocido a Marco Ortolan en la faceta artística, demuestra que su trabajo es más que pintura, es como la arquitectura de la paleta, como la base del sólido dibujo, como el posicionamiento de la figura, en definitiva, es una realidad creada en materia y una imagen imposible de olvidar.

Venecia es bella, pero con estas pinturas se vuelve más atractiva.
Mario Nicolás

lunes, 2 de junio de 2014

Iniciamos el mes de junio con un artículo dedicado 
a la pintura acuática de Erik Zener. Una obra que "engaña" a la vista, 
puesto que cualquiera puede pensar que se trata de fotografía, 
cuando en realidad es una magnífica pintura realista.

Aparecida en un reciente número de Gal-Art, y en la sección "El ojo avizor" esta obra permite disfrutar de una magnífica técnica, 
y de una temática muy relajante, que además nos invita a estado de felicidad.


ERIK ZENER Y EL ENTORNO ACUÁTICO




El agua, ese elemento incoloro, inodoro e insípido, fuente de vida y bienestar,  sirve de inspiración  para el realismo de Erik Zener,  a través de una obra,  donde la mirada del espectador,  se complace en contemplar la sensación de alivio y libertad,  que representa el hecho de zambullirse en el mundo acuático, para la realización de nuestras vidas. Suspendidos en un universo vulnerable representado por  el mar,  un lago o una piscina, podemos sentir una la balsámica sensación de abandono temporal de nuestro mundo “de arriba”.






Desde hace varios años, su perspectiva del agua,  ha dejado en gran medida de mostrar un enfoque emocional ambiguo. En lugar de ser testigo,  Zener  prefiere introducir al individuo en su redentor entorno acuático,  de un modo  subjetivo teniendo en cuenta las intenciones de los sujetos, y haciendo caso omiso a la representación de la figura tradicional en la historia del arte, que suele ser de forma neutral, o sombría habiendo entre las dos, una delgada línea de ambigüedad.


Para el artista, es un reto agradable capturar ese estado de felicidad del ser humano en la pintura, y de asumir el estigma de imágenes prosaicas, a fin de huir de esa  historia de tormento que en buena parte lleva de por sí la historia del arte, en gran medida, procedente del mismo artista, y que muchos suelen reflejar en sus obras, lo que indirectamente también atormenta a al espectador.

Otra de las características de su obra son las burbujas, en constante aumento y movimiento. Representan el dejarse llevar a través de los sueños y los recuerdos, para retornar a la superficie, es decir a la realidad, a través de un del fluir de sentimientos.





A partir de un ambiente cálido, ese universo oscuro y acuoso en el que se suspenden, sin aliento los personajes de las obras de Eric Zener, hace advertir al espectador que  algo inconsciente está fuera de nuestro “hogar temporal”: el mundo acuático.  Una vez fuera de ese santuario, es hora de volver a tener la primera respiración;  hay que rendir pleitesía a nuestro anfitrión mortal.

El ojo avizor