martes, 6 de enero de 2015


El blog de la Revista Gal-Art inicia su andadura por el 2015, con un artículo dedicado a la fotografía, y concretamente a un aspecto poco habitual en este ámbito: las marinas, y que fue publicado en la sección 
FLASH PARA UN LIENZO

Hermosas y bucólicas imágenes que nos invitan a navegar por las
 realidades de la imaginación, y los senderos del ensueño, deseando todo lo mejor para este 2015 recién iniciado.




El mar y el cielo, uno en lo alto, el otro abajo, siempre aquí separados y allá, en la lejanía, siempre unidos. Nada tan versátil, tan cambiante, tan polícromo como estos dos compañeros. El cielo manda: ayer, nubarrones oscuros, cárdenos, hoy, azul tranquilo, sin fisuras, luego celajes blancos, más tarde rojos o amarillos que el sol ya se va, después morados, violetas…y por fin, negro…, pero ya salió la luna. 







Y el mar obediente, a veces, va siguiendo  los cambios de su caprichoso compañero, pero otras se muestra travieso y juega a los contrastes. Para un espectador, este juego de luz y color es una de las imágenes más bellas que nos ofrece la Naturaleza, pero para un pintor es además, uno de los grandes retos del que sólo salen airosos los mejores. 







El mar ofrece al artista muchas más posibilidades: playas de dorada o blanca arena, acantilados rocosos o plenos de vegetación, barcas de pescadores con sus relucientes colores, o varadas y envejecidas…Los que sois aficionados al arte, con seguridad  podéis completar esta lista, sin olvidar las ciudades o pueblos que baña.









Para los que como quien escribe estas letras nacieron tierra adentro, el mar siempre ejerce fascinación y espectáculo. Para los que han nacido en sus orillas, el mar es su hogar y si se alejan, lo añorarán por siempre. Así lo cantaba Alberti en sus poemas “Marinero en Tierra”






El mar. La mar.
El mar. ¡Sólo la mar!
¿Por qué me trajiste, padre
a la ciudad?
¿Por qué me desenterraste
del mar?
En sueños la marejada
me tira del corazón.
Se lo quisiera llevar.
Padre, ¿por qué me trajiste
acá?
Gimiendo por ver el mar,
un marinerito en tierra
iza al aire su lamento:
“¡Ay mi blusa marinera!
Siempre me la inflaba el viento
al divisar la escollera”.

Rafael Alberti

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